El día más claro en la Gran Chirimoya, qué azul el cielo. Nos hemos dejado llevar por la preciosa mañana hasta el puente de Brooklyn. Y es que cruzar el East River sobre esta maravillosa pasarela es un paseo del que nunca te cansas. Flotar sobre el río y sobre los coches que van de una isla a otra, la grandiosa estructura de piedra y metal, la simetría de los cables, las vistas de Downtown y de la bahía... siempre hay algún detalle que te sorprende. Lo peor; la cantidad de gente, la densidad de posados fotográficos y los ciclistas suicidas que te arrollan en cuanto pones un pie en su territorio. Pero nunca te cansas, siempre dispuesto a repetir.
Y como nos hemos dado una gran caminata, nos hemos ganado una buena comida de Navidad. Y han caído dos hermosas langostas de Maine de las que no ha quedado ni su sombra. Y vuelta a caminar para bajarlas.
Está el día tan despejado que se ve hasta Cuenca.
Brooklyn Bridge al fondo
Y después de caminar toca zampar
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