DAY 56. LO CANSAO QUE ES COMPRAR

Ser un consumista feroz en la capital del consumismo quema más calorías que correr una maratón.

Conseguir la mejor oferta requiere un doble esfuerzo. El esfuerzo físico de ser más rápido que la competencia, de apartar al enemigo, de sortear la muchedumbre y de caminar kilómetros en busca de la ganga. Porque ir por aquí de compras no es pasearse la calle Colón de Valencia o el Paseo de Almería... Y el esfuerzo mental de saber hasta dónde llega la oferta. Estamos en tiempo de crisis y las expectativas de negocio han sido un desastre en la ciudad. Entran en juego las ofertas de recesión, como le llaman, o rebajas de rebajas de rebajas. En el etiquetado te viene el primer, segundo y tercer precios tachados. Entre tanto garabato adivinas el precio final. Hay que restarle la oferta de 20% de descuento que pone en el cartel que cuelga de la pared. Y hay que restarle el 11% de descuento para los visitantes extranjeros. Y si te llevas una segunda unidad igual te llevas otro descuento. Total, que saber lo que vale es más difícil que un sudoku.

Y si buscas la mejor imitación por Chinatown el esfuerzo es descomunal. Tocar el bolso, pesar el reloj, mirar el detalle. Y todo eso en una pequeña habitación que aparece tras una falsa pared o en la parte trasera de una furgoneta. Agotador.

Después la lucha contra la propia conciencia. Pero si tengo uno parecido, pero si no es ponible, pero si no es mi talla pero lo será en un mes, pero con qué me lo pongo, pero si se puede devolver, pero si no entra en la maleta...

Luego a aguantar una cola kilométrica y a arrastrar todas las presas de la caza hasta la guarida.

Pero en esta tortura cae cualquiera en esta ciudad. Nueva York es un invento maléfico diseñado para sacarte hasta el último dólar. Incluso en tiempos de recesión.

Lo que parece un prostíbulo es Louis Vuitton

en la 5ª Avenida

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